Mirarse al espejo de vez en
cuando, observando con ojos escrutadores y analíticos la imagen que te llega de
vuelta, siempre es un ejercicio necesario, mucho más cuando pasa el tiempo y no
hay forma de reconocer qué aspecto puedes tener.
Pero no sólo es importante
reconocerse en la imagen reflejada. A veces no basta enfrentarse con la imagen
de sí mismo. Seguramente hay que preguntarse también, qué hay detrás del
espejo, qué oculta la propia imagen, cuál es la verdad de lo reflejado.
Creo que hay que felicitar al Instituto
de las Culturas por haber ofrecido el medio (el espejo) por el que la ciudad ha
podido mirar a una parte esencial de todo su contexto. La I Jornada Religión, Ciudadanía y Espacio
Público ha sido un éxito, tanto por la calidad de los conferenciantes, como por
la implicación y participación del público que las ha seguido durante tres
días. Ojalá sigan por ese camino.
Uno de los elementos que yo
destacaría, además del elevado nivel de los ponentes y de los contenidos
expuestos, ha sido el ver a tanta gente con esas ganas de expresarse y, sobre todo, con la necesidad
de compartir opinión y poner de relieve los problemas que reconocemos en esta
ciudad relacionados con la convivencia, el desconocimiento de las culturas que conviven
con nosotros y la falta de espacios donde compartir ideas e intercambiar
opiniones. Estas realidades ya son para tomar nota.
Uno de los ponentes resaltó la
idea sobre lo dañina que puede llegar a ser la ignorancia o la falta de
formación y lo importante del conocimiento del otro. El conocimiento del otro
siempre requiere de apertura y acercamiento. Un acercamiento natural, por el
camino de la convivencia que ayude a limar las diferencias, ahondando más en todas
aquellas cosas que nos unen y dejando a un lado aquellas que no ayudan a
encontrarnos.
La creación del Instituto de las
Culturas, que quiere favorecer la participación ciudadana para pasar de una
coexistencia a una auténtica convivencia entre las distintas religiones y
comunidades que residen en Melilla, es una decisión honorable y comprometida
con la ciudad pero para conseguir estos objetivos no basta únicamente con
llevar acciones, tan necesarias, como esta jornada.
Hay que dotar a la ciudadanía
melillense de herramientas y espacios para que participe y tome el espacio
público como propio y ponga en valor al ciudadano y su palabra empezando por la
juventud. Hoy por hoy no contamos ni con los espacios ni con los recursos para
ello.
Melilla tiene hoy día ante sí un
reto muy importante. Hablamos de un reto de futuro y de consolidación de una
sociedad que está fragmentada. Los que no somos musulmanes, vemos por ejemplo, que
esta comunidad tiene sus propios antagonistas. Como siempre, la lucha de poder
está presente. La cohabitación es excelente, pero no así la convivencia.
Desde pequeños asimilamos la cultura básica de la sociedad en la que vivimos. En base a ella, se van creando las actitudes, positivas o negativas, con las que cada persona se enfrentará al mundo que le rodea. Pero, ¿de qué cultura estamos hablando? ¿Qué papel juega la religión y la cultura a la hora de establecer criterios con respecto a la convivencia con tu semejante? ¿Tiene Melilla configurada su modelo de sociedad? ¿Es Melilla una ciudad donde se eduque para la convivencia?
Hasta hace poco, hablar de educación
era sinónimo de escuela, no se concebía nada referente a educación si no se
daba dentro del contexto de la escuela. Pero
hoy es distinto. Me gustaría que mi ciudad se convirtiera en un espacio
educativo de referencia. El tiempo libre, por ejemplo, es un espacio
privilegiado para poder desarrollar acciones educativas y la Ciudad Autónoma no
propicia en la infancia y la juventud el aprovechamiento de ese tiempo libre a
través de oferta educativa, dándose la paradoja que, en proporción, el índice de monitores de tiempo libre
formados es más alto que el de cualquier comunidad española.
Y hablando de educación, muchos
colegios de infantil y primaria ya han hecho avances significativos en este
sentido. El personal docente de nuestra ciudad está a la vanguardia de acciones
y experiencias de educación intercultural, pero creo que no hay una continuidad
más allá y el proceso educativo del niño/a se va atenuando conforme avanza en
edad. Y ello va acompañado, a su vez, de una ausencia total de espacios y
acciones en nuestra ciudad que avancen hacia esa dirección, hacia la educación
en valores. Hacia los valores que queremos asumir como ciudad multicultural. Toda
persona, grupo o sociedad se ha planteado, de una forma u otra, qué quiere ser,
a dónde quiere llegar, cómo lograrlo y cómo transmitirlo a los demás. Vivir es
elegir, es optar por unos valores u otros.
Pero no habrá valores reconocidos
si no los elegimos, los proclamamos y los hacemos nuestros de una manera clara
y palpable y eso sólo lo podremos hacer si nos ponemos a trabajar en el Modelo
de Convivencia que queremos para Melilla. No el modelo que proponga la Institución
sino el modelo que salga de un gran diálogo social. ¿No es un gran reto?
Difícil, pero no imposible. Vamos con retraso.
Hay conocimiento y capacidad para
ello. Pongámosle voluntad para diseñar un Proyecto Educativo para nuestra
ciudad que abarque desde las edades más tempranas hasta la edad adulta y la
educación permanente. Un proyecto integrador en el que situemos en primer orden
a la persona y a aquellos valores que queremos para el hoy y para el mañana de
nuestra ciudad.
Cohabitar puede ser fácil.
Convivir es el reto.
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